Hace tiempo tengo ganas de escribir algo en relación con el lenguaje corporal, así que aquí vamos. No será un tratado acerca de que quiere decir un apretón de manos más o menos fuerte, ni el permanecer cruzado de brazos, al estilo de la serie Lie to Me, pero es algo investigado científicamente que a mi entender vale la pena contar.
Amy Cuddy tiene toda una teorización sobre la dinámica del poder, especialmente en sus manifestaciones no verbales. Ella investigó acerca de cuáles eran las expresiones de poder y dominio no verbales concluyendo que se trata de una corporalidad de expansión, del tomar espacio. Parece ser que la fisiología, así llamamos en PNL al lenguaje corporal, de levantar los brazos como cuando cruzamos la meta de llegada en primer lugar es la expresión corporal del poder. También tenemos la fisiología relacionada con cuando nos sentimos poco poderosos, nada impotentes. Nos encontramos aquí con que es todo lo opuesto: nos cerramos, nos envolvemos, nos hacemos pequeños.
Ahora bien, las investigaciones han demostrado que los individuos masculinos más poderosos en jerarquías de primates tienen altos niveles de testosterona, la hormona de la dominación, y bajo nivel de cortisol, la hormona del estrés. Pues bien, los líderes poderosos y efectivos también tienen alta testosterona y bajo cortisol, lo cual se traduce en personas dominantes con tolerancia al estrés. En los primates, cuando un macho alfa va a asumir el poder de su clan, en unos pocos días su testosterona se eleva sustancialmente y su cortisol baja sustancialmente. Lo que estoy queriendo decir con esto es que el papel asumido como rol puede modelar nuestras hormonas.
Esto llevó a la investigación a medir el riesgo a las apuestas, manipulando las dos fisiologías opuestas, la de poder y la de sumisión, encontrando una variación del 86% al 60% cuando pasamos de una fisiología a otra. Lo que sucedía es que mientras la testosterona registraba un aumento del 20% para las personas en fisiología de poder, disminuía un 10% para la fisiología de sumisión. A su vez, el cortisol disminuía un 25% en aquellos que adoptaban la fisiología de poder y aumentaba en un 15% en quienes se ponían en sumisión. Todos estos registros se llevaron a cabo adoptando las diferentes fisiologías por un período de apenas 2 minutos.
Gracias a este tipo de investigaciones, hoy sabemos que hay un ida y vuelta entre nuestro lenguaje corporal y aquello que pensamos o sentimos sobre nosotros mismos. Entonces, si bien es cierto que cuando nos sentimos poderosos adoptamos una fisiología de poder; también es posible el hecho de fingir corporalmente el ser poderoso, para sentirnos de esa forma. Lo que estamos afirmado es que no solo la mente puede inducir cambios en el cuerpo, también es posible que el cuerpo haga cambiar la mente.
Resumiendo, parece ser que nuestras expresiones no verbales, nuestra fisiología para la PNL, pueden regir no solo como nos ven los otros, sino mucho más importante aún, como nos vemos a nosotros mismos. Como dice la autora, hay que fingirlo hasta serlo, hay que fingir ser poderoso hasta que nuestra mente se lo crea y realmente lo seamos. Si me preguntan a mi, esto vale no solo para el poder, sino para cualquier emocionalidad que quieran cultivar en sus vidas. Si no me creen, purébenlo!
Psic. Germán Balante
Coach & Trainer Internacional en PNL
Especializado en Neuromanagement