Pienso en los valores como una brújula, con un norte más o menos claro, al que dedico mis búsquedas y sentidos, que conlleva la sensación de dirección correcta o no en mí día a día. Aquello que es valioso para mí y los míos.
La definición puede parecer ambigua, lo que no lo resulta es nuestra reacción al satisfacer alguno prioritario (plenitud, carita sonriente) o al frustrarnos en su consecución o cruzarme con alguno que no nos representa en absoluto (carita triste u ofuscamiento y he visto cosas peores).
Personalmente y después de unos cuantos años de haberlos sacado de la transparencia, los tengo distinguidos conscientemente más a unos que a otros, pero sin duda los “habito” a todos.
Así que allí están, adentro y afuera, funcionando como atractores hacia una coherencia que me identifica y que me trae satisfacción o no. Y por otro lado la intuición de que hay otros distintos allí, (¿adentro y afuera?) que otros tienen o persiguen, y que también pueden aportar y enriquecer mi construcción y vivencia del mundo.
Estoy “bajando” valores todo el tiempo. Con mis consultantes, mis alumnos, mi familia, sin nombrarlos ni saberlo conscientemente, transpirándolos, y frunciendo el seño cuando me encuentro con algunos que no me hacen sentido, algunos que no encajan con mi lista de prioridades… y así vamos todos, transitándolos y siendo transitados por ellos, como un diagrama de flujo que se va moviendo constantemente pero no tanto, no tan lejos, capaz que más bien siempre para el mismo lado, el de los “ míos y los nuestros”, cruzando, rozando y a veces hasta chocando con esos, los otros portadores, a veces tan inconscientes como yo o no tanto.
Y como viajera de espíritu, de esas que no conciben ir de vacaciones al mismo lugar todos los años con tanto mundo para conocer, de las que comen cosas raras solo para probarlas, me surge la curiosidad como valor y no me gusta la idea de dejar de habitar y explorar esas otras direcciones.
Todo bien con el norte pero también esta el sur y este y oeste y el centro y el arriba y el abajo y vaya a saber cuántas dimensiones más que no solemos ni sabemos habitar por condicionamientos perceptuales, personales, históricos, culturales y sistémicos.
Así que ahí va mi invitación… que tal si elegimos alguna población, religión, filosofía, grupo étnico (si… parece que en Oriente y ciertas tribus de África los occidentales encontramos valores interesantes… dicen que sin ir tan lejos en nuestra zona también). Y después de elegir nuestro “objetivo” lo exploramos en sus concepciones valorativas, en su propio norte, ese que hace a la diferencia… capaz que ni hace falta googlear, capaz que solo observando y preguntando con respeto y curiosidad puedo aprehender valores de los que me rodean, mas grandes y mas chicos, los de antes y los de ahora… también hay diversidad allí… ”la juventud no tiene valores”… capaz que son solo otros y también hay algo allí rico para mí.
Y para ir cerrando… o abriendo… depende de cada uno y lo que vale y significa lo que venimos compartiendo, me pregunto: si como lo veníamos encarando los valores van “para adelante”, me hacen perseguirlos y de vez en cuando cambiar de rumbo… ¿qué pasa si los miro “para atrás”?
Aparecen las preguntas… ¿Que herida estoy sanando o perpetuando cuando defiendo algunos? ¿Que estoy reparando a nivel personal o sistémico? ¿Qué experiencias de referencia marcaron este rumbo, mías y mucho más que solo mías y que se perdieron en alguna curva del camino de mi identidad consciente? ¿A qué desequilibrio me estoy dedicando, de que dolor me estoy alejando, quizas como sombra de la prometida satisfacción a la que se supone que me acerco cuando los persigo?
Muchas interrogaciones… pocas respuestas… remite a valores propios sobre el aprendizaje, el conocimiento y el cambio, como supondrán, y el compartirlas les da sentido. ¡Gracias!
Lic. Virginia Rosenbaum