Me gusta definir a las creencias como generalizaciones sobre mí misma, el mundo o los otros, vividas con un nivel de certeza tal que las confundo con la realidad… parece que allí radica el problema al que me voy a dedicar a repensar en este espacio con ustedes.
Las creencias han sido construidas como estrategias de supervivencia en entornos significativos y tienen la función de ordenar un universo caótico de experiencias, es decir que brindan un grado de previsibilidad, absolutamente necesaria en sistemas complejos como el que nuestro transcurrir desde esta forma de existencia consciente nos depara. Ni los lagartos ni los gatos las necesitan.
Seamos budistas, cristianos, agnósticos, liberales, anarquista, veganos, comunistas u holísticos…la creencia cumple la misma función: más allá de su contenido, tiene la capacidad de reorganizar en unidades significativas aquello que experimentamos constantemente en el flujo de la vida, quizás en búsqueda de cierta viabilidad…de darle un sentido continuo y personal a lo que me ocurre en primera persona.
Resulta que hay algunas que resultan habilitantes y otras limitantes…y a veces no es tan sencillo distinguirlas. Parecen “inocentes”, pasan desapercibidas tras el velo de la certeza, pero tienen consecuencias dada esta tendencia ordenadora que nuestras compañeras las creencias insisten en traer consigo.
Así que comparto con ustedes la idea de traer a la duda como herramienta de trabajo para reevaluar algunas de mis propias creencias, el ponerlas en consideración, la objetividad entre paréntesis de Maturana aplicada a mi propio paradigma personal.
Les propongo el ejercicio de elegir una creencia que les este “haciendo ruido”. Nada demasiado nuclear, pero si que concierna algo importante para cada uno. Por ejemplo:
El tiempo es oro.
Los vínculos son la base de la salud mental.
Sin esfuerzo no se llega a ningún lado.
Me pregunto si las pusiéramos en tela de juicio, si la duda cayera sobre alguna y diluyera esa seguridad con la que se me presenta y me permitiera tomármelas menos en serio, jugar con ellas.
Como si fueran la pieza de un rompecabezas que al cambiar de forma y color seguramente reorganiza de manera distinta el encaje con otras piezas…dejando aparecer otras configuraciones…¿Que entornos, diálogos internos y externos, acciones, emociones y versiones de mi emergerían con solo cambiar una ficha?
Ya que las creencias traen consigo la habilitación, el permiso que me doy ¿Qué otras conexiones conmigo, los otros y el mundo me permitiría?
Los invito a jugar a cambiar alguna creencia por un lapso de tiempo, una semana digamos, no por convicción sino solo desde un espíritu lúdico de exploración y transformación…Quizás después del pequeño experimento personal, recién allí vale la pregunta de si esa creencia era verdaderamente mía, que lealtades la sostuvieron, que construí o evite desde allí y si la elijo hoy para mi presente.
Y todo lo que escribo y leen amablemente es también solo eso… una serie de creencias encadenadas que le dan sentido y continuidad a mi historia personal y profesional y que me habilito a compartir con ustedes. Gracias!
Lic. Virginia Rosenbaum